El niño de ojos claros y cabellos
oscuros volvió a pasar por la cuadra, levantando la ceja, altivo, con esa
picardía que lo caracterizaba sobre su patineta negra. Una ráfaga de viento lo dirigía
hacia adelante y un aroma a vainilla lo refugiaba. De pronto se acabaron las siete casas
de la cuadra y el niño de 10 años ahora iba por la siguiente. Nuevamente a
la pequeña Juana no le alcanzó el tiempo para gritarle un `Hola´ desde su
ventana.
Hoy sería distinto, la niña de
los zapatos azules y el moño rosa tenía
una estrategia para hablarle. Colocándose desde temprano en la ventana,
esperaría a que el pequeño skate pasará velozmente sobre su patineta y le
gritaría un fuerte `¡HOLAAA!´, pero no contaba con que una piedra en el camino
lo detendría haciéndole caer justo a los pies de la Mona, su vecinita del
frente.
Fercho se levantó lentamente, se
limpió el pantalón y agarró su patineta con enojo, echó unas cuantas
maldiciones al cielo y volvió su mirada a la Mona. Por su parte, la pequeña de
seis años estaba devastada. “Hola, ...soy Juanita, ¿puedo ser tu novia
bonita?”, balbuceó la niña con disimulo desde la ventana, bajo la complicidad de una lagrima
esquiva que logró salir de sus ojos marrones ante el primer beso de su
amado Fercho y la inoportuna Mona.
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