About Me

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La Irocono es el ego de una joven artista latinoamericana quien escapó del cuerpo de su creadora para poder vivir en paz y hacer lo que le plazca. Irocono no pretende ofender a alguien, sino burlarse de las cosas de la vida a través de la ficción. Por el momento anda desempleada, y como huyó del cuerpo de su creadora, una jovencita habilidosa como les comenté anteriormente, pues se le dio por abrir un blog y expresarse. Se preguntarán quien soy yo, ¡no vayan a creer que soy Irocono!, soy Carmen, una vieja amiga de la creadora y cuidandera de la Irocono. Por ahora esa es toda la información que les puedo dar, pues ella prefiere que la conozcan por lo que escribe y lo que fotografía. Bienvenidos, y gracias por visitar a La Irocono.

lunes, 8 de abril de 2013

Vida Moderna


Es inevitable no tener un amorío en la oficina cuando pasas la mitad de tu vida en ella. Cuando no tienes tiempo para hacer una llamada al exterior, además de dañarse el botón que hace eso en el teléfono, tanto así, que solo te sabes las extensiones de otras áreas de la empresa para terminar hablando todos los días con la misma persona, de los mismos temas y las mismas jodas. 

Gracias a Dios por la incompetencia de los fabricantes de teléfonos, a lo fácil que son las extensiones telefonías y a la irremediable monotonía, a ellos les debo que mis padres se hayan conocido y a la dulce compañía de mi amante. 

Feminismo

No hay nada más liberador que llegar a casa y quitarse el brassier. Para  rascarse la base de los senos que se enmarcan en el ajuste de aquella prenda opresora.

lunes, 29 de octubre de 2012

El Primer Beso


El niño de ojos claros y cabellos oscuros volvió a pasar por la cuadra, levantando la ceja, altivo, con esa picardía que lo caracterizaba sobre su patineta negra. Una ráfaga de viento lo dirigía hacia adelante y un aroma a vainilla lo refugiaba. De pronto se acabaron las siete casas de la cuadra y el niño de 10 años ahora  iba por la siguiente. Nuevamente a la pequeña Juana no le alcanzó el tiempo para gritarle un `Hola´ desde su ventana.

Hoy sería distinto, la niña de los zapatos azules y el moño rosa  tenía una estrategia para hablarle. Colocándose desde temprano en la ventana, esperaría a que el pequeño skate pasará velozmente sobre su patineta y le gritaría un fuerte `¡HOLAAA!´, pero no contaba con que una piedra en el camino lo detendría haciéndole caer justo a los pies de la Mona, su vecinita del frente.

Fercho se levantó lentamente, se limpió el pantalón y agarró su patineta con enojo, echó unas cuantas maldiciones al cielo y volvió su mirada a la Mona. Por su parte, la pequeña de seis años estaba devastada. “Hola, ...soy Juanita, ¿puedo ser tu novia bonita?”, balbuceó la niña con disimulo desde la ventana, bajo la complicidad de una lagrima esquiva que logró salir de sus ojos marrones ante el primer beso de su amado Fercho y la inoportuna Mona. 

La cita con el hombre de la bata blanca


Lú caminó a casa adolorida, no dejaba de sangrar, la gasa ya no controlaba la hemorragia interna que le había provocado aquel hombre de la bata blanca. Él, haciéndose pasar por su amigo, ganándose su confianza con promesas baratas de una mejor calidad de vida, la incito a mutilarse a sí misma.

El procedimiento duraría 5 minutos, ella se acostaría en la camilla y el hombre de la bata blanca extraería de su cuerpo aquello que la atormentaba atendido por una herramienta con forma de palanca. No habría nadie más en el consultorio, solo nuestra incauta protagonista y su carnicero personal, sin embargo, el procedimiento se complicó y nada salió como lo esperado.

Lú fue citada a las tres de la tarde por la asistente de aquel hombre, una chica rubia de aproximadamente 20 años, seis menos que nuestra paciente. Cuatro mujeres más se encontraban en la sala de espera para practicarse el mismo procedimiento. Entró la primera. Una delgada pared blanca de triple separaba el asiento de Lú con la camilla del consultorio, por lo tanto, las preguntas, los gritos, los sonidos de las herramientas chocando contra la piel y los huesos de Manuela, la primera paciente en entrar, eran inmediatamente percibidos por Lú. Así también fue con Priscila y con Jacky, las otras dos mujeres en la sala de espera, sin embargo, al momento de entrar Yadira, la cuarta mujer de la lista, hubo mucho hermetismo, un silencio se apoderó del lugar, tanto así que la chica rubia de la recepción tuvo que entrar al consultorio privado del doctor para averiguar que pasaba. 

Lú estaba inquieta, pensó en llamar a su madre en ese momento, en decirle la locura que iba a cometer pero su miedo a recibir recriminaciones por sus actos la detuvo, sabía que tenía que salir de allí sin ningún problema adentro de su cuerpo que pudiese interferir en sus planes futuros.

Finalmente salió la cuarta mujer con la chica de la recepción. La primera estaba atónita, con la mirada perdida y sobándose la herida evidente, tal como las otras. La chica de la recepción la acompañó hasta la puerta, le entregó un papel y le dijo que volviera en dos semanas. Fue entonces cuando Lú entró al consultorio para toparse con instrumentos quirúrgicos, una camilla maltrecha y el hombre de la bata blanca frente a ella, era el momento de la verdad.

La mujer de 26 años se acostó en la camilla. Mirando al techo tal como le había indicado el doctor de turno, pudo ver un abanico oxidado girando en sí mismo y una que otra mosca posándose en el cielo raso. El hombre de la bata blanca se acercó, sonrió, y le dijo “Sin anestesia ¿cierto?”, ella respondió afirmativamente con la cabeza, cerró los ojos, abrió la boca en busca de aire y separó las piernas. Entre tanto, el médico aprovechó el impulso de su paciente e introdujo la palanca.

Lagrima tras otra corrían por sus mejillas, quiso gritar pero del dolor no pudo, abría los ojos y los cerraba para confirmar que la escena no cambiaba. Sabía lo doloroso que era parir un hijo cuando tuvo a Mateo, su primogénito, pero nunca imagino que un taladro adentro de su mandíbula partiéndole una muela del juicio en un consultorio barato y sin anestesia podía ser mil veces más doloroso. 

martes, 13 de marzo de 2012

Origen del lesbianismo

Eva cogió sus hojas, algunas manzanas, y se fue. Salió del Edén en busca de una nueva vida y un mejor hombre. Tenía miedo a lo desconocido y al reto de formar un paraíso terrenal como el Edén. Pero la idea de ser nuera e hija a la vez de un mismo tipo llamado Dios, quien nunca se hacía presente y siempre la veía desnuda, la aturdía tanto como para seguir adelante.

Caminó y caminó por dos semanas. Su meta era encontrar un buen amante con quien construir un nuevo hogar, o por lo menos, para pasar un buen rato mientras hallaba al hombre de su vida, sin embargo, se refugió en la zoofilia por un tiempo, incitada por una serpiente que se enroscaba en su pierna, subía por su espalda, doblaba su cintura hasta llegar a sus senos, y rápidamente paseaba por su cuello, volviéndola loca de placer.

Así duró dos años, disfrutando de la serpiente hasta que se aburrió. Se arrancó una costilla y creó a otra mujer.

domingo, 3 de enero de 2010

Demand

I wanna kiss you today, but you are so far away. I could send you my lips by Fedex or maybe by email, but you´d miss my saliva as me your breath. Also I wish I could take your picture, but we´re still apart. Someday you could send me some print images of your body, or just sending webcam online, but I know you prefer the sound of my camera while I´m photographing you and I like to catch one new happy face of yours.

Mmm, I can´t kiss you today nor take your picture… I think I´ll find another guy for doing those things, but he won´t have your breath nor your beautiful smile. By now, I´ll just catch you in my memories, besides, I hope you know I wanted to kiss you today and take a picture of your beautiful smile too, but some other guy received all that stuff just because you weren´t here.

jueves, 31 de diciembre de 2009

El Escape

Con mucho cuidado bajó del columpio, con aquella extraña delicadeza que lo caracterizaba. Ahora estaba encima de la lata, justo al lado de su último excremento ya endurecido por el aire. Levantó su cabeza buscando a los gigantes, no vio a ninguno por ahí. Era su oportunidad para escapar. La jaula estaba abierta por primera vez desde el incidente.

A diferencia de la semana pasada, se percató que la cuerda que sostenía la pequeña rejita de salida estuviese tensionada para que no le cayera encima como la otra vez, provocándole un pre infarto y con ello un fallido intento de escape. Dio un paso al frente y luego otro, siguió adelante, nada lo detuvo, estaba más decidió que nunca a salir de la jaula.

Alzó sus alas, y dio un pequeño salto que le permitió saborear la libertad. Por primera vez sus pequeñas patas tocaron el suelo del patio, por primera vez, pudo ver el mundo sin rejas. ¿Y ahora qué?, se preguntó a sí mismo sin hallar una rápida respuesta. Aleteó un poco, movió su cabeza para todos lados, abrió el pico pero no emitía ruido alguno, realmente no tenía un plan de escape.

En eso decidió observar el patio, ver cuál era el punto más alto del lugar para montarse en él y tener una mejor visión de todo. En el patio había una escoba, una planta, y su jaula. Por un momento pensó en subir encima de la jaula, pero no era lo suficientemente alto, luego pensó en la escoba, pero el liso del palo sería un problema teniendo en cuenta que sus patas no eran tan grandes como las de los loros o las guacamayas que alguna vez vio en su antiguo hogar, pero luego estaba la planta, la cual tenía un pequeño tronco fácil de trepar y era de color verde igual que él, por lo tanto podía camuflarse si los gigantes llegasen al sitio.

Listo, será la planta”, pensó el exconvinto de 12 centímetros de alto y de cerebro pequeño. De nuevo caminó en zig-zag, paso a paso fue acercándose a la planta del patio. Lo separaban 40 centímetros de su nuevo destino, cuando de repente un pittbull salió de la nada y lo agarró con su hocico. La sensación fue peor que cuando sufrió el preinfarto al intentar escapar la última vez.

Esta vez fue peor, porque el corrientazo en su ala izquierda fue más fuerte y no podía mover las patas, intento hacer ruido, pero del pico no le salía nada, y sus ojos solo pudieron contemplar a la planta de lejos. “¡Me morí, me morí! ¡Y nunca aprendí a volar!”, fue el último pensamiento del periquito en la boca de aquel perro asesino que sin piedad pensaba triturarlo con sus dientes.

De repente un gigante apareció en escena y al ver que la jaula estaba abierta y el pittbull tenía algo en su boca, le comenzó a pegar al perro para que lo soltara, en eso el potencial asesino abrió la boca y soltó al periquito para poner dentro de ella la mano del gigante. Mientras ellos forcejeaban, el pájaro yacía en el suelo llenó de baba. Había muerto de un infarto sin nunca antes haber tocado el cielo con sus alas.